Hemos visto una estrella...

Estos días nos encontramos en las calles los escaparates llenos de luz y de adornos. Es difícil encontrar la luz  verdadera, la luz que nos dirija en el camino. ¡Curioso! Una estrella fue la que dirigió a los Magos de Oriente a Belén para adorar al Niño Dios (Mt 2,2). Aquellos sabios de Oriente comprendieron el signo de la estrella por la fe y esa misma fe los guió hasta aquel portal. Dios, que siempre había estado oculto sin ser visto por nadie, se ha manifestó visiblemente y se reveló en un niño nacido de una mujer; en ese niño Dios ha manifestado que es la luz del mundo.


La Biblia hace referencia a las estrellas muchas veces, tanto en sentido literal como figurado. Por ejemplo, según un salmista, el Creador hizo “la luna y las estrellas para que presidan la noche”, de modo que las estrellas ayudarían a suministrar luz a la Tierra. (Salmo 136:9,) Más adelante, cuando Dios hizo un pacto con el fiel Abrahán, le dijo: “‘Mira hacia arriba, por favor, a los cielos, y cuenta las estrellas, si es que se te hace posible contarlas’.

Y pasó a decirle: ‘Así llegará a ser tu descendencia’”. (Génesis 15:5.) José, el hijo de Jacob, tuvo un sueño en el que sus padres aparecían representados como “el sol y la luna”, y sus hermanos, como “estrellas”. A los ángeles se les llama “estrellas de la mañana”. Se dice que el rey de Babilonia aspiraba a estar por encima de “las estrellas de Dios”, es decir, los gobernantes davídicos de la nación de Israel. A los hombres inestables de la congregación cristiana se les asemeja a “estrellas sin rumbo fijo”, mientras que a los cuerpos de ancianos fieles de las congregaciones se les compara con “estrellas” que están en la mano derecha de Cristo. (Génesis 37:9, 10; Job 38:7; Isaías 14:13; Judas 13; Revelación 1:16.) Las estrellas tienen el mismo mensaje para toda la humanidad. Sin adorarlas ni “consultarlas”, podemos ver en ellas un reflejo del amor, la sabiduría y el poder del Creador. El estudio de la astronomía, no la astrología, debería infundir reverencia en nuestro corazón. Aún más, ¿no implanta en nosotros el deseo de aprender más acerca de Dios? Él nos ha proporcionado su Palabra, la Biblia, precisamente con ese fin. Si tú, como profesor, catequista, padre, alumno, has percibido este mensaje de las estrellas, puede aprender lo que Señor tiene reservado para la humanidad y, más importante aún, cómo recibir las bendiciones que él ha preparado para nosotros. Vive esta experiencia de esperanza y trasmítela a los demás para que puedan llegar a Belén.

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